- El escritor Ramón Amaya-Amador vuelve a sorprender con la gran sensibilidad con que capta el vivir de muchos de los niños de nuestro país, nos traslada en el tiempo remontándonos a las calles y nos hace vivir esa historia en carne, con su tremenda astucia en el deleite de palabrería urbanas, nos captura en cuerpo y alma con su novela llena de tristeza y alegrías.
- BUFALÓ un término que nos remonta a niñez; la verdad tenia años de no escuchar esta palabra, muy usada cuando muchos de nosotros éramos niños.
- La novela nos deja varias enseñanzas pues nos habla de la Honradez de Folofo que no necesita estar grande chico ser pobre o rico, para practicarla.
- Me conmueve la inocencia que denota Folofo en esta novela y la madurez al mismo tiempo que le demuestra a las personas a su alrededor.
- Esta novela nos cautiva con su realismo y crudas explicita y sin tapujos lo que pasa en nuestra sociedad, como muchos niños sin vivienda digna o alimentos fijos sobreviven día a día y luchan honradamente salir adelante, es un libro o novela recomendada para la juventud y público en general, para que tengamos conciencia.
martes, 13 de marzo de 2018
Conclusiones
Figuras Literarias
Aliteración
es la reiteración o repetición de sonidos (¡Ahora a la panza, Pachán! Capítulo
1
La
Onomatopeya es una figura retórica que consiste en utilizar palabras cuya
pronunciación imita o sugiere sonidos naturales.
Son
gritos acompañados de expresivos gestos de los muchachos lustrabotas que,
haciendo rueda, presencian y animan a dos chicos empeñados en brava y dura
pelea a puñetazos, puntapiés y mordiscos. Capítulo 1
La
paranomasia es la utilización de palabras de significantes parecidos.
El
significante es la forma de la palabra.
Para
comer un helado, dulce o una paleta, hay que gastar dinero; mas, para darse el
gusto de matar un pájaro, nada tienen que pagar (Capitulo 2)
Anáfora
(Procedente del latín “anaphora” y del griego “anáfora” que significa repetición)
a la repetición de una palabra dos o más veces al inicio de una oración o a la
repetición de un elemento de la oración utilizado pronombres indicativos como
él, aquél, éste, ella, quien, aquella, ésta, etc. para referirse a algo o
alguien ya mencionado con anticipación.
Sobre
el murmullo de voces y ruidos se oyen los gritos modulados de los muchachos:
¡Lustre! ¡Lustre! (Capitulo 1)
El
Epíteto es una figura retórica o figura literaria que consiste en el uso de
adjetivos innecesarios que no añaden ninguna información suplementaria.
¿Por
qué regresas hoy tan tarde, catica? ¡Te dejaste agarrar de la noche!
(Capitulo6)
El
Hipérbaton, Inversión o Transposición es una figura retórica que consiste en
alterar el orden lógico de las palabras de una oración:
Era ya
cerca del mediodía cuando regresaron del hospital Casamata (Capitulo 11)
El
Polisíndeton, Conjunción, Citología o Síntesis es una figura retórica que
consiste en la utilización de conjunciones innecesarias dentro de la oración:
Es
mota y no tiene donde meterse, y yo de corazón blando, dispuse hacer esta
caridad cristiana. ¡Aquí la tienes! Y, dirigiéndose a la muchacha: catica, esta
es Sara mi nuera y a quien tienes que obedecer como si fuera a mí misma. (Capitulo 23)
La
Metáfora es una figura retórica que consiste en identificar un término real (R)
con otro imaginario (I) existiendo entre ambos una relación de semejanza.
…
Catica se sentía como si en el pecho le florecieran jazmines… (Capitulo 27)
La Hipérbole o Exageración es una figura retórica
o figura literaria que consiste en una exageración intencionada de le realidad
que se expone.
Para
agarrar el pescado! Son tendaladas ¡se mueren todos o se atontan, desde la más
grande hasta la sardinitas. (Capitulo 9)
Recursos Literarios
La
obra de la familia Jacinta de Ramón Amaya Amador narra las frecuentes historias
vividas de jóvenes hondureñas. Hoy en día es una buena historia para
reflexionar en cuanto a la forma de vida que muchas tienen hoy, las maneras en
que muchas trabajadoras domésticas sufren maltrato por sus patronos, también la
paternidad irresponsable y la dura vida de las madres solteras que luchan por
sacar adelante a sus hijos.
Esta joven no tomo la mejor decisión, escucho
las palabras más bonitos y se entregó por completo, quedando luego con un hijo
por el cual debía de luchar, sucediendo varias veces con diferentes hombres que
logran engañar su corazón luego dejándola con otros hijos más.
Con
varios hijos a su cargo tenía que trabajar muy dar, llegando bien cansada a su
hogar muchas veces no podía dar el amor a sus hijos si no que maltrato
físico y psicológico.
La
condición de la pobreza no les daba muchas opciones para vivir, su familia
vivía de la mejor manera pero nadie quería ayudarla por la cantidad de hijos
que tenía, días tenían el alimento más pobre y días no tenían nada que comer.
Tuvo que llevar a sus a un ambiente hostil rodeado de malhechores y ladrones,
era lo único que les podía dar.
Había
una persona que quería brindar la ayuda siempre a Jacinta, pero la daba con una
doble intensión, Jacinta era tan ingenua que nunca se percató de ello. Viviendo
un ambiente hostil y pobreza llegaron las circunstancias difíciles y no pudo
con ello, pidió ayuda a esa persona aparentemente bondadosa, y ella pidió que
su hija pudiera ir por el dinero que les daría sin saber que esa persona podría
aprovecharse de la inocencia de su hija.
Espacio
Lugar Genérico:
Donde se llevó acabo la historia de “Cipotes” fue en la ciudad de Tegucigalpa,
Francisco Morazán, también hay escenarios como las calles de Comayagüela, el
barrio Casamata, el parque Herrera y el
parque La Libertad.
Lugar Específico:
El Parque Central, bautizado con el nombre de General Francisco Morazán es
pequeño, provisto de algunos árboles que proporcionan sombra a las banquetas de
cemento, por su pequeñez da la impresión de estar terriblemente presionado
entre los edificios que lo circulan. Al este se encuentra la antigua Catedral
Metropolitana, reminiscencia de la época colonial con amplio trio; donde a
veces da conciertos la banda filarmónica nacional. Por otros rumbos hay
edificios nuevos y viejos, todos con locales de comercio, almacenes, tiendas,
refresquerías, una relojería, el Banco de Honduras, el Palacio del Distrito
Central.
Tegucigalpa
es una ciudad pequeña llena de contrastes y colorido. La capital está formada
por dos ciudades gemelas Tegucigalpa y Comayagüela. Ambas están separadas por
la curva antigua de Rio Grade, que cada vez se vuelve más exiguo y pobre. Sobre
el rio hay varios puentes de cemento, piedra y hierro. La parte de Tegucigalpa
está ubicada en el terreno muy quebrado, entre cerros que la aprisionan
restringen, aunque la ciudad se evade por la propias faldas de cerros haciendo
retroceder, a los pinares. Las calles son angostas de tipo colonial, con
edificios antiguos, bajo cuyos balcones estrechos se desfloraban en sus sueños en
románticas serenatas. El sector que corresponde a Comayagüela tiene una parte
plana y sus vías son amplias y rectas, los contrastes en las edificaciones y
modernas puede ser como el reflejo del desarrollo socioeconómico de Honduras.
El
barrio Casamata está en la falda de un cerro; viendo hacia el oriente, las
calles eran sin pavimentar, pedregosas y con enormes baches. En casamata había muchas casas de
tierra y madera, barracas humildes, cuartos estrechos antihigiénicos sombríos.
De la calle principal era de tierra que llevaba al picacho cerro-arriba y
cerro-abajo.
Espacio social:
En la obra los personajes se desenrollan
en una clase social muy baja (niños de la calle, lustra botas y canillitas).
Espacio físico:
su espacio físico es la plaza central de la ciudad de Tegucigalpa.
Espacio psicológico: un clima y ambiente de peleas y tristeza.
Tiempo
El
tiempo de la obra es mixto, es físico porque el autor nos va narrando de día en
día la miseria de la familia Cueto también en lo que transcurre el tiempo él
nos va mostrando como se superan poco a poco los dos muchachos después de la
muerte de su madre como catica se va superando pasando de ser una simple
vendedora de tortillas a conseguir trabajo de hija de casa donde la familia
Nuila y como Folofo de ser un lustrabotas comienza a desempeñarse en un nuevo
oficio cobrador de buses y así de días, semanas, meses en un orden cronológico
nos va mostrando el optimismo de los dos muchachos por superarse de la miseria
en la que viven.
Tiempo Cronológico: En esta obra de Ramon Amaya Amador fue escrita
definitivamente en Praga durante el año 1963. Sin embargo, los materiales
básicos de la misma fueron elaborados por el autor en el corto periodo que
estuvo en Honduras después de su regreso del exilio, o sea en 1956-1959.
Tiempo Histórico:
Es una historia donde Amaya Amador, nos muestra su profunda sensibilidad humana
que nos permite llegar a través de la lectura las alegrías y tristezas de dos
niños que enfrentados a los golpes de la vida se ven obligados a madurar a temprana
edad.
Tiempo Gramatical: Se puede
decir que el
escritor Ramón Amaya-Amador vuelve
a sorprender con la
gran sensibilidad con que capta
el vivir de muchos de los niños de nuestro país, nos traslada en el tiempo remontándonos a las calles y nos
hace vivir esa historia en carne, con su tremenda astucia en el deleite de
palabrería urbanas, nos captura en cuerpo y
alma con su novela llena de
tristeza y alegrías.
En
resumen esta novela nos cautiva con su
realismo y crudas explicita y sin tapujos lo que pasa
en nuestra sociedad, como muchos
niños sin vivienda digna o alimentos fijos sobreviven día a día y luchan horadamente salir adelante, es
un libro o novela recomendada para la juventud y público en general, para que
tengamos conciencia.
Temas y Problemática
Temas:
- · Problemas económicos.
- · Irrespeto a los derechos humanos.
- · Sensibilidad Humana.
- · Solidaridad.
- · Problemas que se afrontan en la niñez cuando no se tiene a una madre y un padre.
- · Reflejan la realidad de muchos niños en Honduras.
- · Vidas marginadas.
- · La historia nos ayuda a crear conciencia del ambiente en que viven este tipo de niños.
Problemática:
Este libro trata de dos niños los
cuales sufren mucho desde temprana edad, Folofo es un niño que desde muy
pequeño tuvo que tomar las responsabilidades de la vida de una persona mayor,
ya que se ganaba la vida lustrando botas, estaba sometido constantemente a las
adversidades en la calle como ser peleas, prejuicios, malas miradas, su padre
murió y su madre padecía de una enfermedad mortal, por lo que se esforzaba
diariamente para llevar el pan de cada día a su familia junto con su hermana,
incluso tuvieron la visita de la primera dama de la nación a su comunidad, pero
solamente llego a maquillar su ayuda hacia los pobres, no viendo las
necesidades reales de las personas de esa comunidad como ser la de la madre de
Folofo. Su rutina era lustrar botas todos los días, siempre con el mismo fin de
ayudar a su madre y a su hermana, más aun cuando estaba hospitalizada, se
dispuso a hacer todo lo posible para que su hermana estuviera bien, esta
historia nos relata la dificultad de vida de las personas que viven con pocos o
sin ningún recurso económico, que no tienen la oportunidad de otras personas de
nacer con todo asegurado o al menos con una mejor situación, estos pequeños son
perseverantes no se dejan dominar por el miedo a estar solos ni a sus
limitaciones por la corta edad al contrario debido a la necesidad que padecen
afronta su realidad con madurez y valor.
La madre de estos no resiste más y
tiene una terrible decaída por su enfermedad esta es trasladada al hospital San
Felipe y ahí es donde esta muere quedando sus hijos huérfanos. Ellos no tienen
dinero para poder Hacerle un sepelio digno a su madre y la enfermera Estelita
les ayuda a los niños para que estos asistan al entierro de su madre y el
hospital se hace cargo de los gastos.
Después de la trágica muerte de su
madre a raíz de un cáncer que fulmino con sus esperanzas de vida, los problemas
para los huérfanos ahora de padre y madre que totalmente abandonados, sin
ninguna ayuda y cuentas de alquiler a
pagar varios meses atrasados, aunque sus
amistades les apoyaron moralmente no era suficiente ya que el problema que
ellos tenían era el económico
Lamentablemente a Catica siempre la
perseguía el cobrador de Impuestos llamado don Angeló que le tenía muchos malos
pensamientos, y la atormentaba con solo verle a los ojos, esta escapo de un
intento de violación de este personaje, debido a la lucha que sostuvo con él y
la valiente actuación de su hermano Folofo, Gracias a Dios nunca le pudieron
dañar su dignidad, esta nunca acepto las ofertas de dinero de su acosador,
después de ser echados de la casa buscaron ayuda en sus amistades pero sin
encontrar ese apoyo que tanto necesitaban, ya que todos sus amigos no
disfrutaban de mejores posibilidades de vida que ellos.
Folofo le dice al Catica que se vayan
a Comayagüela rentan un cuarto y pasan una terrible noche ya que donde fueron a
rentar era un prostíbulo
Personajes
Principales:
·
“Folofo”
·
“Natalia
·
“Catica Cueto”
·
Sus
amigos compañeros de trabajo “Infortunio, Miguelito, Lalo, Popoyo, cara de
Hacha, Fierabrás”.
Secundarios:
- La Familia de “Pino”
- “Mónica”
- “Ña-panchita”
- demás vendedores del mercado.
- “Lencho Castro” y su novia, entre otros.
Argumento
El libro Cipotes, Ramón Amaya Amador
es una Historia donde Amaya Amador, nos
muestra su profunda sensibilidad Humana que nos permite llegar a través de la
lectura las alegrías y tristezas de dos niños que, enfrentados a los golpes de
la vida se ven obligados a madurar a temprana edad.
En efecto se trata de una familia que
pierde el padre, “Folofo” es un niño que desde muy pequeño tuvo que tomar las
responsabilidades de la vida de una persona mayor, ya que se ganaba la vida
lustrando botas estaba, sometido a las alas adversidades de las calles, como
peleas, perjuicios, entre otros, por lo que se esforzaba diariamente para
llevar el pan de cada día a su familia, junto con su hermana. Ellos carecen de
una vivienda digna, los “folofos” y
“Caticas” sin derecho a salud ni a educación, ya que solo estaba al alcance de
“que Pagaban” se encontraban en un mundo oscuro y hostil.
Sinopsis
Esta
es la triste historia no de Catica y Folofo si no de muchos niños y
adolescentes más en nuestra sociedad hondureña; esta historia es originada en
la capital donde el escenario principal es el parque central, la catedral y
también se mencionan las calles de Comayagüela.
Todos
los días muy temprano catica se levantaba a las tres de la mañana a moler maíz
para poder elaborar el producto con el que apenas podía salir adelante estas
las vendía en el parque central donde se reunía también con sus otras
compañeras también vendedoras de tortillas, ya que su madre Natalia sufría de
una terrible enfermedad mortal cáncer , entonces Catica tenía que ver por ella
y su hermano el menor Folofo quien también era responsable y madrugaba para
desde muy temprano salir y trabajar con su caja de lustrar botas siendo un niño
expuestos a tantas mañas y malos pensamientos de la calle incluso hasta en
peleas callejeras.
Vivian
en una comunidad muy pobre que fue visitada por la primera dama en aquel
entonces la cual solo fue a maquillar su visita como lo hacen todos los
gobernantes de nuestro país solamente una mínima ayuda sin ver en realidad los
problemas íntimos que afectaban a los habitantes.
Vemos
también como a Catica la seguía el cobrador de impuestos pues esta persona al
ver que la pobre muchacha estaba sola se quería sobre pasar con ella gracias a
dios no paso a más y no pudo robar su dignidad.
Podemos
ver como ellos juntos salen adelante a lo largo de la novela y sobreviven con
sus humildes labores, lamentablemente la mamá de ellos no resiste a su
enfermedad y fallese ante la situación falta de dinero etc. el dueño de la casa
que rentan los corre ya que le debían dinero de renta, toman la decisión y se
mudan a Comayagüela donde rentan un apartamento sin saber que era un prostíbulo
se llevaron esa noche a Catica arrestada pero enseguida la dejan en libertad ya
que investigan que ella no es prostituta no les quisieron devolver el dinero
que habían pagado de adelantado sin más que hacer a Catica le ofrecen un trabajo de casa no le
pagarían pero le darían vivienda y comida ella no le parecía pero no tenía una
mejor opción ya en la casa las nueras de doña mercedes no la ven con buenos
ojos y la acusan de que ella vivía con uno de los hijos de doña mercedes viendo
esta situación la corren.
Al
verse acorralada Catica recurre a la casa de Los Pinos en donde vive mercedes
ello le brindan el apoyo que ellos necesitan a Folofo le consiguen empleo de
ayudante de auto bus de la ruta Belén-San Felipe, donde Folofo se ve envuelto
en otro ambiente su carácter comienza a cambiar y también le ayuda a madurar un
poco más.
Cronología
Numerosos
mozalbetes de la ciudad se agrupan frente a la estatua ecuestre del General
Francisco Morazán en este atardecer de otoño. En este lugar se da una pelea
entre Folofo y Pachán que está defendiendo a su amigo Miguelito. Los dos
continuaron por el parque Folofo y Lalo ofreciendo lustrar zapatos por unos
cuantos centavos, igual que decenas más de muchachos descalzos, famélicos y
desgarrados.
El
parque central, bautizado con el nombre de Francisco Morazán es pequeño,
provisto de algunos árboles que proporciona sombra a las banquetas de cemento,
donde suelen chismorrear los capitalinos y es donde Folofo realiza el lustre de
zapatos ya que allí permanecían todos los lustradores.
Folofo
sigue la dirección de la mano de Lalo, que señala hacia las ramas de una acacia
de la plazoleta La Merced, situada frente al Palacio Legislativo, el Paraninfo
de la Universidad Nacional Autónoma y la iglesia de La Merced de arquitectura
colonial por allí se encuentran Folofo y Lalo se encuentran viendo unas
golondrinas y Folofo saca su honda y se acerca de forma minuciosa para poder
pegarle a la golondrina y termina matándola.
Folofo
se dirige hacia el parque central se marcha hacia el puente Malló porque en
vive en la cuartería de la Chivera, por el lado del cementerio, en Comayagüela.
Se dirige al mercado Los Dolores en busca de su hermana Catica. Su madre luego
de una larga lucha con su enfermedad muere en el Hospital San Felipe.
Folofo
y Catica se encuentran en el parque Herrera donde ellos se encontraban
dialogando y él le decía que dejara de tener miedo a la gente y que se fueran a
Comayagüela que allí sería más fácil entender a la agente.
Marco Histórico
Esta obra de Ramón Amaya‑Amador fue escrita, definitivamente en
Praga durante el año 1963. Sin embargo, los materiales básicos de la misma
fueron elaborados por el autor en el corto período que estuvo en Honduras
después de su regreso del exilio, o sea en 1956‑1959. El tema le fue sugerido por las
conversaciones que, a su paso por el Parque Central, rumbo a la redacción de El
Cronista, tenía frecuentemente con los lustra botas que permanecen en dicha
plaza. La obra, por lo tanto, recoge la dolorosa y agitada vida de ese pequeño
mundo que tiene como centro la estatua en bronce del mártir de la unidad de
Centroamérica, y cuyos límites son la catedral metropolitana, dos agencias
bancarias y varios comercios de algún talante. Por supuesto, en el libro
también intervienen otros escenarios, como las calles de Comayagüela, el barrio
Casamata, el Parque Herrera y el Parque La Libertad, pero ello solamente es en
seguimiento de los Protagonistas en sus correrías de excomulgados sociales.
Inicialmente la obra fue escrita con
el nombre de Cipotes, vocablo de indiscutible prosapia criolla, cuyo
significado no es necesario recordar. Tal denominación responde, naturalmente,
al hecho de que el libro describe los aires y venirse de varios lustrabotas,
compinches todos de uno de los personajes centrales de la novela: el pillastre
Folofo Cueto, profesional también del betún y de la tira de franela. Pero Ramón
Amaya‑Amador,
considerando que dicha denominación restringía el ámbito geográfico de la obra,
le cambió ese título y le puso Huellas Descalzas por las Aceras. Con tal
nombre, un tanto descriptivo, envió el libro al Concurso Casa, en La Habana, el
año 1964, sin que los doctos jurados repararan mucho en la historia de unos
niños hondureños convertidos prematuramente en hombres. Por eso la presente
edición se hace con el primer título, pues consideramos que esta obra no está
dirigida a un público extranjero, sino a nuestro pueblo, lo que torna
innecesario sacrificar los hondureñismos.
Esta novela, como todas las de Ramón
Amaya‑Amador,
no es un ensayo estetizante. En la misma no se encontraran esfuerzos por crear
un lenguaje novedoso, al estilo del que emplea el cubano Carpentier o el
peruano Salazar Bondy. Todo lo contrario. El autor trabaja aquí con un
vocabulario coloquial: el que se escucha en los mercados, las calles y los
hogares más humildes de Honduras. Pero Amaya‑Amador hace eso, no porque se proponga
elevar a una jerarquía estética dicho lenguaje, sino simple y sencillamente
porque cuenta los hechos tal como éstos se dieron en la realidad, con el objeto
de que sean conocidos así y no de otra manera. Los hechos, por lo tanto, no son
utilizados como pretextos para comunicar propósitos que son única y
exclusivamente del autor. En esta novela, como en la mayor parte de las que
escribió el célebre hijo de Olanchito, los hechos valen por sí mismos y no son
llamados a desempeñar el modesto papel de sirvientes de la docta creación
literaria.
Tampoco hay en la obra ninguna novedad
en cuanto a forma y estructura, al estilo de Lezama Lima o Cortázar. Amaya‑Amador no era un académico de las
letras. Los ejercicios formales no figuraron jamás en sus preocupaciones de
escritor. Por eso, si bien se mira, sus obras son algo así como rápidos
cronicones sobre los hechos vividos personalmente o los conocidos en el
contacto estrecho con los hombres, las mujeres y los niños de nuestra Patria.
Para él lo importante no era cómo relatar sucesos reales o verosímiles, sino
los sucesos mismos. ¿Con qué propósito? Simple y sencillamente para fijarlos
como vivencias del pueblo al que perteneció y de la época en que le tocó vivir.
Si alguna definición literaria se puede formular acerca de Ramón Amaya‑Amador, ninguna quizá le corresponda
mejor que la de "cronista literario del pueblo hondureño"
Como hemos dicho, Cipotes es la
crónica de la vida azarosa de los lustrabotas del Parque Central, sin más
pretensiones que dejar constancia de una realidad existente en Honduras a lo
largo de un determinado período de su evolución histórica. De esa manera, en un
porvenir no muy lejano, cuando, por el advenimiento de una verdadera revolución
social, hechos como los descritos sólo sean un triste recuerdo, las nuevas
generaciones podrán conocer el pasado doloroso de donde proceden. Se trata,
pues, de algo así como de una fotografía o una pintura sobre el drama de los
niños que lustran zapatos en la Plaza Morazán, trabajo que aún ejercen, pero
que dejarán indudablemente de hacerlo cuando el pueblo hondureño, dirigido por
su clase obrera, imponga un nuevo orden social. Precisamente uno de los
personajes de la obra, afirma indignado: "¡Maldita injusticia, que nos
ahoga por todas partes! ¡No es posible que esto sea eterno! ¡La
quebraremos!"
El libro de Amaya‑Amador nos pinta un hecho brutal,
frecuentemente olvidado en la sociedad donde vivimos: los niños que se dedican
a ese trabajo van a él no porque lo deseen o porque les agrade arrodillarse
frente a quienes llevan zapatos lujosos, mientras ellos andan con los pies
desnudos. En realidad, como dice el autor: "dentro de cada caja de lustrar
zapatos hay una tragedia humana". En efecto, por lo general se trata de
familias que pierden el padre, bien porque muere en un accidente de trabajo, en
una riña callejera o porque simplemente abandona el hogar. A partir de ese
momento, los niños ya no pueden ir a la escuela y deben incorporarse a
cualquier actividad para aportar algunos centavos a la casa. Lustrar zapatos,
por el hecho de que no requiere músculos adultos, se vuelve así el refugio de
estas víctimas del sistema. Esa es precisamente la historia de Folofo y Catica
Cueto, contada sin sombra de circunloquios. Por supuesto, el relato es brutal,
pues ¿quién no sabe a cuántos peligros se expone una pareja de niños huérfanos
en una sociedad donde impera la ley de la selva?
Pero sí al autor le interesa el relato
de este dolor humano por el relato mismo, ello no es óbice para que aquí y allá
engarce mensajes de carácter político y ético. Sin embargo, esto lo hace de
pasada, sin dejarse atrapar por el deseo de convertir su obra en un manual de
concientización política. Para el caso, Amaya‑Amador nos describe las conversaciones
que se escuchan en los autobuses cuando éstos se encaminan hacia los barrios
periféricos de la capital. En uno de tales diálogos, alguien afirma cosas como
éstas: "¡Son papadas! Para mí son iguales los "colorados" y los
"azules". Eso que te ha pasado no es nuevo. Siguen los mismos métodos
de engaño, de explotación, de montarse en los humildes". Esas eran las
opiniones del autor y bien pudo aprovechar este libro para insistir más en sus
puntos de vista políticos. Sin embargo, no lo hizo, lo cual es una clara
demostración de que había alcanzado plena madurez en su oficio de escritor.
Lo importante para Ramón Amaya‑Amador, en este libro, no es, pues, el
mensaje explícito, sino las reflexiones que el relato mismo es capaz de sugerir
en el público. Por eso toda la obra no es otra cosa que la presentación de
múltiples y variadas escenas de la vida en el Parque Central, en las calles de
la ciudad o en la penumbra humosa de los tugurios capitalinos. Hay cuadros
alegres, como cuando los niños se divierten a su manera, olvidándose de que no
han comido ese día. Pero también hay escenas brutales, como el estupro que un
viejo de alma perversa trata de llevar a cabo en la persona de la huérfana
Catica. Y hay, asimismo, escenas verdaderamente sórdidas, como la que describe
la habitación de unos depravados sexuales a la que fue conducido Folofo por un
perillán muy ducho en la vida de los bajos fondos. Todo eso es puesto ante los
ojos del lector para que conozca lo que es la sociedad hondureña bajo el
régimen de la sacrosanta propiedad privada y, conociéndolo, reflexione con
seriedad sobre un destino mejor.
La obra misma sugiere la ruta que
puede seguirse para lograr este cambio necesario e imperioso. En efecto,
mientras los lustrabotas y todos los sub hombres vinculados a ellos, son
descritos en su impotencia histórica, los obreros aparecen como el destacamento
que organiza la gran batalla por la justicia social. A causa de ello, la
alianza de los "Marginados" con los proletarios surge como la vía
magna de la liberación de unos y otros. Así lo confirma todo el relato, pues
cuando Folofo y Catica se encontraban sin más vínculo social que sus amigos de
la Plaza Morazán, eran víctimas de toda clase de atropellos. Pero al ponerse en
contacto con una familia obrera "la familia pinos" no sólo pudieron
hacerles frente a las hostilidades de que eran objeto, sino que también le
encontraron una perspectiva firme a sus vidas. No es casual que la obra termine
con los preparativos de una huelga en la fábrica donde trabaja Roque Pinos y
que los dos niños, antes pertenecientes al submundo de los lustrabotas, ahora
se comprometan a participar en una batalla de clase que se propone
"arrancarle un mendrugo a la canalla".
lunes, 12 de marzo de 2018
Biografía de Ramón Amaya Amador
Ramón Amaya Amador nació en el
municipio de Olanchito, Yoro, el 29 de abril de 1916, siendo sus padres Isabel
Amaya y Guillermo R. Amador. Falleciendo trágicamente en Checoslovaquia en
1966, dejando a su paso una estela de obras publicadas e inéditas.
Después de trabajar como peón en los
campos bananeros de la costa norte inició su carrera de cuentista y su
narración “La nochebuena del campeño Juan Blas” salió a luz pública en el
número 15 de la revista ANC, órgano de la Asociación Nacional de Cronistas,
editada en Tegucigalpa y correspondiente al 31 de diciembre de 1939.
Ramón Amaya Amador, narrador y
periodista, es uno de los más prolíficos escritores del país y quien tiene más
obras publicadas: Prisión Verde, Amanecer, El Señor de la Sierra, Los brujos de
Ilamatepeque, Constructores, Destacamento Rojo, Operación Gorila, Cipotes, Con
la misma herradura, Bajo el signo de la paz, El camino de mayo, Jacinta
Peralta, Cuentos Completos y Biografía de un machete permaneciendo inéditos
casi veinte libros más.
Ramón Amaya Amador inició su vida
periodística en 1941 como redactor, primero, y como jefe de redacción, después,
del periódico El Atlántico, de La Ceiba, fundado y dirigido por Ángel Moya
Posas. Posteriormente, el 8 de octubre de 1943, Ramón Amaya Amador fundó en
Olanchito, con Dionisio Romero Narváez, el semanario Alerta, contando con la
valiosa colaboración de su compañero Pablo Magín Romero.
El escritor abandonó su patria en 1944
debido a la persecusión del cariato, radicándose en Guatemala, en donde trabajó
como editorialista de Nuestro Diario, durante el régimen democrático del doctor
Juan José Arévalo, entregando también sus colaboraciones al Diario de Centro
América, El Popular Progresista y Mediodía. A la caída del gobierno de Jacobo
Arbenz Guzmán, nuestro compatriota se asiló en la sede de la Embajada
Argentina, viajando a aquella nación del sur. En Buenos Aires laboró en la
editorial “Ariel” y en Sarmiento, un periódico de educación popular, editado en
la ciudad de Córdoba.
El 19 de mayo de 1957, Ramón Amaya
Amador retornó a Honduras, acompañado de su esposa Regina Arminda Funes,
originaria de Córdoba, Argentina; en ese año ingresó a la redacción del diario
El Cronista, de Alejandro Valladares, y fundó en Tegucigalpa, con Luis Manuel
Zúniga, la revista Vistazo.
El Círculo Literario Hondureño le
rindió un homenaje en el Paraninfo de la Universidad Nacional Autónoma en
Tegucigalpa el 11 de noviembre de 1958, interviniendo en el acto el rector
Lisandro Gálvez y los estudiantes universitarios Rafael Leiva Vivas, J. Delmer
Urbizo y Oscar Acosta.
En esa oportunidad, Ramón Amaya Amador
leyó un extenso discurso de agradecimiento en el que afirmaba que era la
primera vez que en su patria recibía una honrosa distinción por sus trabajos en
las letras y en la cultura. Este documento puede considerarse como su
testamento literario.
El 19 de abril de 1959 abandonó
Tegucigalpa junto a su esposa Arminda y sus pequeños hijos: Aixa Ixchel y
Carlos Raúl, para radicarse en Praga, Checoslovaquia, integrando la plana de
redacción de la revista Problemas de la Paz y el Socialismo.
El 24 de noviembre de 1966, en las
cercanías de Bratislava, se accidentó el avión soviético Ilushyn-18, de la
línea aérea búlgara Tabso, pereciendo todos sus ocupantes, entre ellos Ramón
Amaya Amador y tres compañeros de trabajo en la revista que hemos mencionado:
el brasileño Pedro Motta Lima, el argentino Alberto Ferrari y el japonés Sigho
Kadzito.
Once años después y tras arduas
gestiones iniciadas por el poeta hondureño Oscar Acosta (en ese entonces
Embajador de Honduras en España) y que duraron cuatro años, se logró la
repatriación de los restos mortales de Ramón Amaya Amador los que fueron
enviados de Checoslovaquia a Madrid y luego trasladados a Tegucigalpa en
septiembre de 1977, permaneciendo la urna con las cenizas de Amaya Amador en la
Sección Colección Hondureña de la Biblioteca de la UNAH.
La comisión encargada del traslado
estaba integrada por Oscar Acosta; Rigoberto Paredes, Jefe del Departamento de
Letras y Lenguas de la Universidad Nacional de Autónoma de Honduras; Héctor
Hernández, Presidente del Sindicato de Trabajadores de la UNAH; Alejandro
Gutiérrez, Secretario General de la Federación de Estudiantes Universitarios de
Honduras, y Livio Ramírez Lozano, Agregado Cultural de la Embajada de Honduras
en Madrid.
Sin embargo, la repatriación de los
restos no impidió que durante casi una década más, sus obras fueran
perseguidas. Debieron transcurrir otros catorce años para que el archivo
principal con las obras inéditas de Ramón Amaya Amador escritas en su largo
exilio pudiera regresar a Honduras.
En abril de 1991, en un acto solemne
en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, el Presidente de la República,
Lic. Rafaél Leonardo Callejas, recibió a nombre del pueblo de Honduras, más de
veinte títulos inéditos que fueron repatriados desde la Casa de las Américas,
La Habana, Cuba a donde fueron llevados desde Praga, Checoslovaquia.
Esta vez las gestiones iniciadas por
Carlos Amaya Fúnez, hijo del escritor, fueron respaldadas por una comisión
integrada por Oswaldo Martínez y Neptalí Orellana de Radio Progreso, Juan Ramón
Durán, Director de la Escuela de Periodismo de la UNAH, David Romero de Diario
Tiempo, Adelma Argueta, Diario La Prensa y el Dr. Víctor Ramos; quienes
lograron el apoyo del gobierno de la República para agilizar y facilitar el
traslado de las obras.
Ocho años después, y treinta y dos
después de muerto, su pueblo y su gente se movilizaron para llevar a su
definitiva morada las cenizas del notable escritor de Olanchito.
Una comisión de olanchitos presidida
por el Prof. Esaú Juárez González e integrada por el Prof. Fabio Bernardino
Cárcamo, Director de la Casa de la Cultura de Olanchito, Juan Carlos Medina,
Vicepresidente del Sindicato Unificado de Trabajadores de la Standard Fruit
Company; José Luis Bardales Cano; Rony Javier Cruz; Gustavo Sosa Martínez;
Fernando Mac Lean; Geovana Spears; Santiago Manzanares; Raúl Cortes y Eduardo
Manuel Cruz Martínez; organizó el retorno que tuvo lugar el 19 de mayo de 1999.
Desde 1966 se ha escrito mucho sobre
la vida y obra de Ramón Amaya Amador, entre los que podemos mencionar a
Dionisio Romero Narváez, el Prólogo de Longino Becerra aparecido en la 2ª
edición de Prisión Verde, el ensayo biográfico de Max Sorto Batres, publicado
por el Ministerio de Cultura y Turismo en 1990, y la extensa y documentada
biografía realizada por su paisano Juan Ramón Martínez, que apareció bajo el
sello de la Editorial Universitaria de la UNAH en 1995.
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